Més de mig segle després del meu descobriment personal d’una vida nova en Crist, em torno a reafirmar en allò que considero l’autèntica festa de la vida en tota la seva plenitud; estic parlant de la joia de ser cristià. És molt lamentable que la definició de la paraula cristià s’hagi devaluat tant a través dels temps, quan el seu significat original i més primari descrivia els deixebles que exemplificaven el Crist mateix en la seva manera de viure (Fets dels Apòstols 11: 26b – 1a Pere 4:16).
No es infrecuente observar a ciertos creyentes vivir la experiencia cristiana como si de una especie de suplicio se tratase más que de una gozosa bendición. En ciertos casos, también oímos una penosa letanía de lamentaciones más que una frecuente expresión de gozo y de esperanza. Este espíritu contraviene la misma esencia de nuestro cristianismo.
También he observado una terrible apatía, en tantos otros; y esta manifestación desnaturaliza el fruto del Espíritu Santo en la vida de un verdadero/a discípulo/a del Señor Jesús. El amor, el gozo y la paz son la manifestación incipiente de lo que yo considero la trilogía de la auténtica felicidad. El gozo y la verdadera alegría cristiana no tienen necesariamente que ver con la parranda que a veces montamos en nuestros cultos, pero tampoco tienen que ver con la inexpresividad y la frivolidad religiosa que observamos en algunos de nuestros ambientes eclesiales.
En la cantata de Johann Sebastián Bach “Jesús alegría de los hombres”, tanto su letra como su música son realmente asombrosas. Estas expresan la vivencia interior que latía en el corazón de este insigne músico cristiano, considerado por muchos el más grande compositor de todos los tiempos; que, además de su temprana orfandad, también perdió a gran parte de su numerosa familia y poco después su don más preciado como era la luz de sus ojos. Veamos una de las estrofas más descriptivas de esta obra: Jesús sigue siendo mi alegría, consuelo y savia de mi corazón. Jesús me defiende de toda pena, Él es la fuerza de mi vida, el gozo y el sol de mis ojos, el tesoro y el prodigio de mi alma. Por eso no quiero a Jesús fuera de mi corazón y mi vista.
Los cristianos renacidos y confesos somos como versos sueltos del verdadero himno a la alegría, que fluye de un alma redimida y eternamente agradecida por la impagable dicha de la salvación.
Cuando Chris Tomlin compuso su impresionante obra musical Indescriptible, vino a expresarnos con suma exaltación la grandeza y la alegría de un Dios tan grande e indecible como es el Dios nuestro: Indescriptible, incontenible. Tú ubicaste las estrellas en el cielo y las conoces por nombre. Eres increíble Dios, todopoderoso, indomable. Temerosos caemos en nuestras rodillas, mientras humildemente proclamamos: Eres increíble Dios, indescriptible, incontenible…
La emoción de tener un Dios Salvador y una salvación tan grandes, son para el cristiano verdadero un banquete continuo de gozo y de bienaventuranza, a la vez. Esta bendita sensación no tiene nada que ver con nuestros agitados estados de ánimo, sino con nuestra vivencia más íntima con Dios. Por estas y otras tantas razones, quiero proponeros que juntos nos regocijemos en el Señor siempre.
Ser cristiano es una dicha, además de una bendición excepcional, que merece ser disfrutada cada día por la infinita alegría de que nuestros nombres por pura Gracia están escritos en el libro de la Vida.
Julio Pérez
Pastor Evangélico