Salvador Villar, Salvori para los amigos y conocidos, se explica a sí mismo en varios colores del verde. Un verde esperanza, porque la esperanza siempre ha presidido su vida. Una vida que le ha llevado a varios puertos- siempre buscando ir más allá, siempre buscando abrirse a los demás, siempre buscando, en definitiva, ser quien ha querido ser.
Bajo la imagen irrepetible de un sabio despistado y de un pastor fuera de los límites tradicionales, podemos encontrar al cristiano que ha priorizado la inmediatez en su caminar diario. Un cristiano que se ha apartado de su agenda para atender la agenda de los demás. Un cristiano con vocación de marinero inquieto que se ha arriesgado a navegar a mar abierto si esto lo llevaba a aguas nuevas.
Aguas nuevas que, en ocasiones, le han alejado de unos, pero que, en otras ocasiones, le han permitido descubrir nuevas geografías y nuevos pobladores de estas geografías, pero que, sobre todo, le ha permitido ser fiel a sí mismo y a su vocación de vivir entregándose a los demás.
Las tres palabras que lo definen empiezan por la misma letra.
Alegria, ha vivido con alegría su vida y ha querido, y lo ha conseguido, que la suya sea una alegría contagiosa. No se ha reservado la alegría de su corazón para él y para los suyos, sino que le ha dado a todo el mundo que lo ha querido recibir.
Amistad, ha sido amigo de sus amigos, pero es que, intencionalmente, ha querido vivir con sus amigos, formar parte de su vida y, lo más importante, ha querido que sus amigos formaran parte esencial de su vida. Compartiendo la alegría de una buena mesa o de una tarde distendida, rodeado de buenos amigos, donde lo más trascendente era la intrascendencia de un buen partido de fútbol.
Amor, ha sido un reivindicador insistente del amor, pero no solo del amor humano, sino del amor que Dios nos ha dado a la humanidad. Ha estimado porque se ha sentido amado por Dios y se ha esforzado, ha trabajado y se ha dado a sí mismo para que el amor de Dios llegue a los demás.
El camino ha sido largo, las noches oscuras también han estado presentes en su vida, pero todos los que lo han rodeado, incluso en los momentos más difíciles de su peregrinación, dan testimonio de que la ha fe en Jesús lo ha sostenido, incluso, en medio de la tormenta más sonada.
El testimonio de una fe en Jesús, el camino de un marinero en aguas nuevas y con una alegría que llena la vida. Así se ha querido explicar Salvador Villar a sí mismo.
Damos gracias a Dios porque ha hecho posible que Salvori haya sido como ha sido.
Guillem Correa
Pastor Evangélico y Secretario General del CEC